lunes, 27 de octubre de 2008

Grandes Maestres del Temple


1.Hugo de Payens (1118-1136)
2.Robert de Craon (1136-1146)
3.Evrard des Barrès (1147-1151)
4.Bernard de Tremelay (1151-1153)
5.André de Montbard (1154-1156)
6.Bertrand de Blanchefort (1156-1169)
7.Philippe de Milly (1169-1171)
8.Eudes de Saint-Amand (1171-1179)
9.Arnaud de Torroja (1180-1184)
10.Gérard de Ridefort (1185-1189)
11.Robert de Sablé (1191-1193)
12.Gilbert Hérail (1193-1200)
13.Phillipe de Plaissis (1201-1208)
14.Guillaume de Chartres (1209-1219)
15.Pedro de Montaigú (1219-1230)
16.Armand de Périgord (1232-1244)
17.Richard de Bures (1245-1247)
18.Guillaume de Sonnac (1247-1250)
19.Renaud de Vichiers (1250-1256)
20.Thomas Bérard (1256-1273)
21.Guillaume de Beaujeu (1273-1291)
22.Thibaud Gaudin (1291-1292)
23.Jacques de Molay (1292-1314)

Origen de los Templarios


"Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a una doble pelea: frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el alma bien equipada con la fe. Al contar con estas dos protecciones, no teme a hombres ni a demonio alguno."

En el Año 1118. Los cruzados occidentales gobiernan Jerusalén bajo el mandato del Rey Balduino II. Es primavera y nueve caballeros, con Hugo de Payns a la cabeza, y a similitud de los ya existentes "Caballeros del Santo Sepulcro", fundan una nueva orden de caballería, con el beneplácito del rey de la ciudad. Han nacido los Templarios.

El primer Maestre fué Hugo de Payns, nació en un noble caserío cercano a Troyes hacia el año 1080. Con una sólida educación cristiana y un habil manejo de las armas, sintió desde muy joven la misma vocación de monje que de soldado.


Probablemente se alistó en la Primera Cruzada antes de haber cumplido los veinte años, enrolado quizá entre las tropas del conde Hugo de Vermandois, hermano de Felipe I, Rey de Francia. Es durante dicha cruzada de desbordante fe, cuanto el joven Hugo se da cuenta de que es posible aunar sus dos vocaciones con la creación de una nueva orden religioso-militar, la primera de estas características, destinada al servicio en Tierra Santa. En medio de aquel ejército cristiano, no tardó en encontrar otros ocho compañeros que participaran de su ideal y concepción de la vida.

La orden de los templarios fue fundada en Jerusalén en 1119 por Hugo de Payns y otros ocho caballeros franceses más, con el nombre de pobres caballeros de Cristo. Su misión era proteger a los muchos peregrinos que acudían a los Santos Lugares. Más tarde, el rey de Jerusalén, Balduino II, los instaló en un palacio cercano al antiguo templo de Salomón, por lo que cambiaron su nombre por el de Caballeros del Temple. Con la ayuda de San Bernardo de Claraval, que redactó su regla, severa y ascética, la orden creció rápidamente. Durante la época de las Cruzadas, los templarios participaron muy activamente en la defensa de Palestina, donde poseían numerosas fortalezas. Al mismo tiempo actuaron como banqueros de los peregrinos, por lo que obtuvieron grandes riquezas. Al ser expulsados los cristianos de Palestina, los templarios se retiraron a Chipre. También tenían comunidades, o templos, en Europa. En la península Ibérica se establecieron durante el siglo XII, primero en Cataluña, Aragón y Navarra y posteriormente en Castilla y León. Tenían a su cargo la defensa de las fronteras y participaron en numerosas expediciones contra los musulmanes (conquista de Lérida, Tortosa, Cuenca, Valencia, Mallorca, batalla de las Navas de Tolosa, etc...). A la muerte de Alfonso I el Batallador fueron nombrados herederos, junto con otras órdenes militares del reino de Aragón; a cambio de su renuncia a la herencia recibieron diversas fortalezas. En Francia, los templarios se habían convertido en banqueros de los reyes. Felipe IV de Francia, el Hermoso, ante las deudas que había adquirido con ellos, convenció al papa Clemente V de que iniciase un proceso contra los templarios, acusándoles de impiedad (1307). El gran maestre de la orden, Jacques de Morlay, y 140 miembros fueron arrestados. Considerados inocentes en el concilio de Vienne (cuatro años después), Clemente V disolvió la orden y creó una comisión que reemprendió el proceso. Fueron condenados a prisión, pero el consejo real de Felipe IV los sentenció a muerte por relapsos. El rey francés se apoderó de sus bienes mobiliarios, aun entregando sus posesiones a los hospitalarios. En los otros países europeos las acusaciones no prosperaron, pero, a raíz de la disolución de la orden, los templarios fueron dispersados, y sus bienes pasaron a la Corona (Castilla), a otras órdenes militares ya existentes (Aragón y Cataluña) o a órdenes de nueva fundación (Montesa en Valencia y de Jesucristo en Portugal).

El abad Bernardo (futuro San Bernardo de Claraval) en su escrito "De laude novae militiae" ofrecía esta semblanza del nuevo caballero del Temple (en una época donde era considerada una muestra de debilidad y vanidad el peinarse o lavarse demasiado):

Para cada uno de ellos la disciplina es una devoción y la obediencia una forma de respetar a sus superiores: se marcha o se regresa a la indicación de quien supone la autoridad. Todos llevan el vestido que se les ha proporcionado y a nadie se le ocurriría buscar fuera comida o ropajes. Porque estos caballeros mantienen fielmente una existencia compartida, sencilla y alegre, sin esposa ni hijos. Jamás se les verá ociosos o buscando aquello que no les interesa. Nunca dan muestras de ser superiores a los demás. Todos muestran más respeto al valiente que al noble. Odian los juegos de los dados y el ajedrez, por nada del mundo participarían en cacerías, se rapan el cabello al ras, en ningún momento se peinan, en escasas ocasiones se lavan, su barba siempre aparece hirsuta y sin arreglar, van sucios de polvo y su piel aparece curtida por el calor y la cota de malla. Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a una doble pelea: frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la cota de malla y el alma bien equipada con la Fe. Al contar con estas dos protecciones, no teme a hombres ni a demonio alguno. ¡Moveros con paso firme, caballeros, y forzad a la huida al enemigo de la Cruz de Cristo! ¡Tened la seguridad que ni la muerte ni la existencia os podrán alejar de su caridad! ¡Glorioso será vuestro regreso de la batalla, dichosa vuestra muerte, si ocurriera, de mártires en el combate!

"Las Cruzadas: un poco de historia para sus oídos"

Este blog es creado para situarse un poco en los datos más relevantes de esos doscientos años, "Las Cruzadas: un poco de historia" Mito y Realidad acerca de "La Orden de los pobres caballeros de Cristo y del templo de Salomón"

La Orden del Temple se identifica íntimamente con las Cruzadas. Nace como consecuencia de la primera y muere poco después de que se hiciera imposible el último proyecto de ellas (la alianza entre cristianos y mongoles nestorianos), al comenzar el siglo XIV. Las Cruzadas y el reino franco creado por ellas, así como la Orden del Temple, perduran, por tanto, casi exactamente dos siglos, desde finales del XI al principio del XIV.

"La Orden de los pobres caballeros de Cristo y del templo de Salomón" o más sencillamente "Templarios".